
Sin proponérselo, los dueños de una pequeña cadena de franquicias de indumentaria y negocios rentables de Córdoba, en el centro de Argentina, descubrieron una mina de oro financiera. A mediados de los años ochenta, con la idea de hallar más de forma rápida los saldos de sus clientes del servicio en el sistema, decidieron entregarles unas identificaciones plásticas. La novedad administrativa, transformada a los pocos años en la compañía Naranja, los transformó en líderes del negocio de las tarjetas de crédito para los campos medio-bajos, hasta ese momento excluidos del servicio. Controlada desde finales de los años noventa por el Banco de Galicia, la mayor entidad privada argentina, la compañía cerró dos mil diecisiete con un total de nueve con tres millones de tarjetas habilitadas, lo que la transforma en la primera transmisora del país.
“Cuando la crearon en mil novecientos ochenta y cinco no tenía nombre, mas por el color la gente le puso Tarjeta Naranja (el día de hoy Naranja). En mil novecientos ochenta y siete ya se podía emplear en otros diez comercios de Córdoba y año a año prosiguió explotando”, cuenta Alejandro Asrin, presidente de la compañía y también hijo de Gerardo Asrin, el maestro de educación física que creó la compañía al lado de su colega David Ruda. En el último ejercicio, las ganancias aumentaron un setenta y uno por ciento , hasta un beneficio de unos cien millones de euros.
Con clientes del servicio que cargan a sus tarjetas en promedio unos ciento cuarenta euros por mes, en concepto de consumo la compañía de origen cordobés está muy tras Visa, la primera marca del mercado nacional (emitida por múltiples entidades). Naranja, con un circuito cerrado por el que es tanto transmisor como adquiriente y pagador, es la marca líder en las provincias del interior del país, con doscientos cincuenta y ocho sucursales en los veinticuatro distritos del país.
Asrin entró a trabajar en la compañía familiar en mil novecientos noventa y uno. Fue el instante en que los mercaderes decidieron que ya iba siendo hora de separar los negocios y que la unidad financiera en apogeo tuviese entidad propia. 4 años después, llegó la asociación con el Galicia, que dejó la expansión nacional. “Para apalancar el negocio los profesores no tenían solamente que sus ahorros y el poco crédito que les daban los bancos”, explica el presidente. Ya antes del cambio de siglo, el nuevo asociado había tomado el control, mas dejó la administración a cargo de los creadores, que preservan un veinte por ciento de la propiedad.
En Naranja, que opera bajo la firma Tarjetas Regionales, las ganancias crecientes son la regla, en ciertas ocasiones con valores que duplican los del periodo precedente. No es una salvedad en las compañías del rubro financiero, que amontonan más de una década de buenos resultados. “Siempre existe alguna razón por la que este ámbito opera propiciamente. Argentina tiene una baja penetración de su sistema de finanzas sobre el Producto Interior Bruto y hay mucho margen para crecer”, asevera el economista Leandro Chialva, analista de la asesora de finanzas Delphos Investment.
En los últimos un par de años, un factor vital fue el despegue del crédito. En Naranja, las tarjetas explican el setenta por ciento del negocio, mas los préstamos son un nicho en expansión que en dos mil diecisiete movió doscientos diez millones de euros, un cincuenta y nueve por ciento más que en el ejercicio anterior. “Venimos de muchos años de inflación y de falta de incentivos al crédito. Al iniciarse un plan de estabilización con el nuevo Gobierno, empezó un desarrollo importante”, explica el analista de Delphos Investment. Para una compañía como Tarjeta Naranja son buenísimas noticias, mas Chialva no descarta una potencial amenaza. “Una mayor estabilidad aumenta la adquisición de recursos durables o bien de una casa, lo que significa una competencia para una compañía dedicada a financiar el consumo”, explica. Los préstamos de Naranja son de una media de doscientos ochenta euros.
El cambio de Gobierno de finales de dos mil quince asimismo alteró su negocio central. Una política para reducir el empleo del dinero en efectivo, una parte de un plan para reducir la economía informal, trajo un incentivo a los pagos electrónicos, mas, al unísono, significó la mengua de una de sus fuentes de ingresos. Con la intención de estimular a los mercaderes a ofrecer el cobro con tarjetas de crédito, el banco central tomó medidas para conseguir una baja de las comisiones que pagan por cada operación, que eran altísimas para estándares internacionales. Naranja redujo la comisión que demanda desde el tres por ciento al dos con cinco por ciento el pasado abril y al dos con treinta y cinco por ciento en el mes de enero. “Es un pacto voluntario entre los comercios y los administradores de tarjetas que se firmó hace un año y prevé bajas anuales hasta llegar al uno con ochenta y cinco por ciento ”, explica Asrin.
Volumen contra margen
Por la reducción de las comisiones cobradas a los comercios, los resultados presentados en el primer mes del año adelantan para este año un menor desarrollo de los ingresos por “servicios” y una mayor participación de las operaciones financieras en el total de la facturación. “Lo interesante es que el volumen de ventas les compensa. De ahí que los resultados de las compañías explotaron en un contexto de baja de comisiones”, explica Chialva. Para esto, asevera, aparte del margen de desarrollo que todavía tiene el campo, fueron determinantes el nivel de actividad y la estabilidad del empleo.
Frente a la aparición de nuevos contrincantes de la economía digital, hace un año Naranja puso en marcha una plataforma de servicios que desde el móvil facilita conseguir una tarjeta o bien un préstamo, mas asimismo para adquirir un viaje o bien abonar los servicios de su casa”, cuenta Asrin.